martes, 12 de enero de 2010

Luise Rainer: 100 Años de Vida (Parte 2, Dulce Venganza del Destino)


Pocas actrices logran la fortuna de obtener dos Premios Oscar en la categoría de actuación protagónica. Después de Luise Rainer, Bette Davis consiguió su segunda estatuilla en 1939, y ya nunca más pudo llevarse a casa otro reconocimiento en las múltiples nominaciones que le asignaron en las tres décadas subsecuentes. Hillary Swank ha sido hasta el momento la última de las mujeres que ha logrado dos preseas como Mejor Actriz en su inconstante currículo. Pero que vuelva a obtener otra estatuilla en el futuro es algo que se antoja casi inalcanzable, a menos que la Academia deseé convertirla en la nueva Katherine Hepburn (¡4 Oscar como Mejor Actriz!). Ahí tenemos a Meryl Strepp, la actriz con más nominaciones en la historia (¿llegará a la dieciséis este 2010?), pero con una sola estatuilla como actriz principal y otra como actriz de reparto en sus más de 30 años de trayectoria, aunque eso sí, segura de que el trabajo no le faltará a pesar de su edad, pues cuenta con más registros que ninguna otra artista de su generación. Por eso hablar hoy de la suerte que tuvo Luise Rainer en obtener a tan temprana edad y tan seguido sus dos estatuillas doradas, es darnos cuenta de que el destino fue caprichoso y jugó a su favor, aunque luego el tiempo y ella misma se encargarían de borrar su status; pero la vida ha sido justa con ella y le ha permitido ver los grandes acontecimientos, cambios, e innovaciones que trajo todo el siglo XX y que han traído los primeros años del XXI, le ha permitido ver como se ha extinguido el aliento de sus coetáneos, como los astros y las estrellas de la gran pantalla han sucumbido en su aspecto físico y vital, mientras que ella, la gran olvidada, ha permanecido, y permanece…simplemente VIVA, despierta, tras 100 años de existencia...




En una entrevista realizada en 1999, Rainer todavía se mostraba despectiva con los premios de Hollywood. “No puedo ver los Oscar. Todo el mundo agradece a su mamá, a su papá, a sus abuelos, a su enfermera. Esa es una locura horrible.” Ella culpa al estudio y a Louis B. Mayer por el rápido declive de su carrera. “Lo que hicieron conmigo me molesta mucho”, mencionó. “Yo soñaba naturalmente como nadie hacer algo muy bueno, pero después de que tuve los dos premios de la Academia el estudio pensaba ‘no importa lo que ella reciba’. Arrojaron todo tipo de cosas sobre mí, y yo pensaba: no, yo no quiero ser actriz”. Mayer hizo gala de sus famosas rutinas emocionales cuando Rainer, a quien él quería convertir en una glamorosa actriz, le demandó roles más jugosos. “Él podría llorar lágrimas falsas”, recordó. Mayer, que estuvo involucrado en una lucha de poder con Irving Thalberg antes de la muerte de éste en 1936, se había opuesto a la filmación de la novela de Pearl S. Buck. Las razones de Mayer eran que la audiencia americana “no quiere comprar películas sobre agricultores estadounidenses, ¿y tú quieres darles una de agricultores chinos?”, especialmente con un presupuesto tan grande, estimado en 2.8 millones de dólares (una vez estrenado, el filme incluso los rebasó). Thalberg se opuso a Mayer y tuvo que apelar con Nicholas Schenck, el jefe ejecutivo de la Metro y padre del Circuito de Cines Loew, para hacer el filme. La autorización fue dada, pero Thalberg nunca vivió para ver el trabajo terminado. El productor falleció durante el rodaje de La Buena Tierra (su único filme en la MGM que le significó un crédito en pantalla), y Rainer se sintió desprotegida.



Por otra parte los críticos que antes le habían aplaudido no le perdonaban haber ganado el Oscar que en su opinión debería de haber sido para Greta Garbo, actriz con la que su descubridor en Alemania, el cazador de talentos de la MGM, Phil Berg, había comparado para que Mayer la contratara con miras a convertirla en una actriz glamorosa y la nueva estrella de su estudio. Con dos estatuillas bajo el brazo, Luise Rainer demandó a Mayer un mejor salario y buenos proyectos, pero él no supo en qué géneros ponerla y acabó dándole melodramas históricos que no significaran apuestas fuertes para el estudio. Mayer “no sabía que hacer conmigo. Y eso me hizo tan infeliz. Yo estuve en el escenario con grandes artistas, y todo era tan maravilloso. Yo estuve en un teatro repleto, y cada noche interpretaba algo más”, dijo la actriz.



Su cuarta película en Hollywood fue el drama histórico Los Candelabros del Zar (The Emperor’s Candlesticks, George Fitzmaurice, 1937), otra vez con William Powell, a la que le siguió Gran Ciudad (Big City, Frank Borzage, 1937), emparejada con Spencer Tracy, su compañero ganador del Oscar en 1938. Ella quería interpretar papeles más arriesgados como el de Nora en la obra de Ibsen "Casa de Muñecas" o a Madame Curie, pero en lugar de ello, Mayer (ahora con el control completo del estudio) la puso en el elenco de otro drama absurdo, The Toy Wife (Richard Thorpe, 1938), apuesta de la MGM por las adaptaciones sureñas que tan en boga estaban ante el inminente estreno de Lo Que el Viento Se Llevó (Gone With the Wind, Victor Fleming, 1939). Rainer luce más guapa que nunca en esta película, con un personaje de chica coqueta que termina recibiendo su merecido en la guerra civil, tal como Bette Davis en Jezabel (William Wyler, 1938) y la “Scarlett O’Hara” de Vivien Leigh en la película de Fleming. The Toy Wife no fue tan bien recibida como lo fueron sus contemporáneas y se consideró un fracaso. La actriz sin embargo recuerda con gusto el rodaje porque estaba encantada con su coestrella, el urbano, intelectual y políticamente ilustrado Melvyn Douglas.

A Douglas, un doble ganador del Oscar igual que ella, Rainer lo recuerda como su galán favorito. “Él era inteligente, y también estaba interesado en otras cosas además de actuar”. Sus problemas con la cultura de Hollywood, o la falta de ella, hicieron que Luise Rainer se fuera alejando de los reflectores. “Hollywood era un insofisticado lugar donde el materialismo, como la preocupación de las estrellas por la ropa, era primordial”. Como ella cuenta, “Poco después de que estaba en Hollywood, por alguna razón me encontraba almorzando con Robert Taylor sentado junto a mí, y le pregunté: ¿Ahora cuáles son sus planes o qué quiere hacer? Y su respuesta fue que él quería tener diez buenos trajes de vestir, elegantes trajes de todo tipo, que esa era su idea. Prácticamente me caí abajo de la mesa”.








Su siguiente película fue El Gran Vals (The Great Waltz, Julien Duvivier, Victor Fleming, Josef von Sternberg, 1938), biografía de “Johann Strauss” que obtuvo el Oscar por la Mejor Fotografía y le dio una nominación como Actriz Secundaria a la soprano polaca Miliza Korjus. El filme fue un éxito, y en él Rainer interpreta el papel de la amorosa pero engañada esposa de “Strauss” (encarnado por el belga Fernand Gravet). Luego de que no la dejaran hacer una prueba para “Scarlett O’Hara” en Lo Que el Viento se Llevó, actuó en una película en la que participaban algunas de las que sí pudieron hacer la prueba pero que fueron rechazadas para el papel, Dramatic School (Robert B. Sinclair, 1938), junto a Paulette Goddard, Margaret Dumont, Ann Rutherford (ella sí participó), Gale Sondergaard y Lana Turner, y ante la negativa del estudio de no darle mejores opciones de trabajo, su carrera prácticamente terminó y no volvería a filmar nada con la MGM. Ella comenta lo que Mayer mencionó una vez. “Él dijo: Nosotros te hicimos y nosotros podemos destruirte. Bueno, él lo intentó”.





Rainer y Clifford Odets regresaron a Nueva York y en 1939 actuó en Londres en su primera obra teatral inglesa, “Behold the Bride”, de Jacques Deval. “Solo tenía que alejarme”, dijo acerca de Hollywood. “No podía soportar esa concentración total y entrevistas sobre uno mismo, uno mismo, uno mismo. Quería aprender, para vivir, para ir por todo el mundo, para aprender viendo las cosas y experimentándolas, y Hollywood parecía muy estrecho”. Posteriormente regresó a Nueva York, y cuando la segunda Guerra Mundial estalló pudo salvar a su familia del holocausto y se naturalizó junto a su padre con la ciudadanía estadounidense. En 1940 se divorció de Odets y en 1942 regresó por un breve periodo al teatro actuando en Broadway en “A Kiss for Cinderella”, de James M. Barrie. Tras cinco años de ausencia volvió al cine contratada por la Paramount en el drama bélico Hostages (Frank Tuttle, 1943), acompañada por el mexicano Arturo De Córdova, y los igualmente galardonados y olvidados Paul Lukas y la actriz griega Katina Paxinou, y luego se sumó al esfuerzo bélico haciendo apariciones para recaudar bonos de guerra y levantando la moral de las tropas en el norte de África e Italia. Preocupada por la apatía de Hollywood sobre el fascismo en Europa y Asia y por el malestar laboral y la pobreza en Estados Unidos, la actriz decidió dar por terminada su carrera en Hollywood. “Hollywood era un lugar muy extraño. Para mí, este era como un enorme hotel con una enorme puerta, una de esas puertas giratorias. Un único lugar adonde la gente entraba con la cabeza en alto, y muy pronto salían del otro lado con las cabezas agachadas”. Afortunadamente, Rainer encontró la felicidad en un matrimonio con el publicista neoyorquino Robert Knittel, un hombre rico con quien contrajo matrimonio en 1945, estableciendo su hogar en Suiza y en Reino Unido, donde concibieron a Francesca, su única hija. Ambos permanecieron juntos hasta la muerte de él en 1989.

Luise Rainer hizo en Inglaterra algunas actuaciones especiales en televisión durante la década de los 40’s, 50’s y 60’s. Su última película, tras 53 años de retiro, la número 13 de su filmografía, fue la cinta coproducida por Gran Bretaña y Países Bajos The Gambler (Károly Makk, 1997), ganadora como Mejor Película del Festival Internacional de Cine de Bruselas, estelarizada por Michael Gambon, Dominic West, Polly Walker y Jodhi May. En el filme, Rainer interpreta en escasos minutos el papel de la matriarca de una familia aristocrática de Rusia aficionada a los juegos de azar en la década de 1860. No ha vuelto a actuar desde entonces.




Los años pasan, los amigos mueren, los recuerdos comienzan a borrarse… Luise dice que no puede recordar la ceremonia de la Academia en 1937, cuando ganó su primer Oscar. Menciona que el glamour del evento fue la sincronización con su vida en aquel momento, que fue uno de gran tristeza. “Me casé con Clifford Odets. El matrimonio fue para ambos un fracaso. Quería ser su esposa y una pequeña gran actriz al mismo tiempo. De alguna manera yo no podía estar a la altura de todo eso”.



En la ceremonia de los Oscar del 2003, con motivo de los 75 años del premio, la Academia reunió a varias estrellas de antaño y actuales para posar en una fotografía que capturara las varias generaciones de ganadores. Olivia de Havilland fue la presentadora de este homenaje. Entre actores y actrices de ayer y hoy, la más veterana era Luise Rainer, y junto a ella estaban Julia Roberts y Cliff Robertson, enfrente tenía a Jon Voight y Christopher Walken, y atrás a la recién desaparecida Jennifer Jones, y Shirley Jones. Pero muchos de los que estaban ahí no la conocían. “El Oscar no es una maldición. La verdadera maldición es que una vez que tengas un Oscar piensan que puedes hacer cualquier cosa”, menciona la actriz ya reconciliada con su pasado.



Pese a lo que pudiera parecer, ella no lamenta no haberse convertido en la estrella que podría haber sido. Ella sobrevivió a todas las estrellas de su legendaria época, que probablemente es la mejor venganza por la pérdida de su carrera tras decir adiós a una ciudad y una empresa con la que no podría cumplir. Y aunque su nombre para las generaciones de hoy esta prácticamente olvidado, Rainer es la actriz perfecta para aparecer en el Historial de los Oscar: Es la primera actriz alemana en ganar un premio de la Academia, es la primera en ganar el Oscar como Mejor Actriz en dos años consecutivos, es la primera en ganar dos estatuillas antes de cumplir 30 años de edad, es la primera en tener únicamente dos nominaciones y dos victorias oscariles en su carrera, es la primera actriz en ganar un premio de la Academia por interpretar en cine a una persona de la vida real, que además estaba viva al momento del rodaje de El Gran Ziegfeld (1936). Y por último, se ha convertido en la más antigua ganadora del Oscar que aún sigue con vida, y por supuesto, la que ha vivido un siglo completo.





“Mi vida ha sido maravillosa. Yo he visto mucho, he vivido mucho. He conocido a mucha gente buena. Tuve un esposo maravilloso por 45 años. Mi hija es una niña querida… He sido muy afortunada de estar en contacto con mucha de la gente que me hace sentir bien.”



¡Feliz Centenario, Luise!

2 comentarios:

  1. y que sigan muchísimos años mas a esta gran mujer

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  2. es maravilloso ver cumplir 100 años a una buena actriz, pero es aún más maravilloso ver cumplir 100 años a una buena persona. Y hoy ya son 102... enorabuena y gracias señora Rainer

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