Shane, el Desconocido / Raíces Profundas / El Caballero del Valle Solitario
(Shane, 1953)
(Shane, 1953)
Director: George Stevens.
Guión: A.B. Guthrie Jr., Jack Sher (sobre la novela de Jack Schaefer).
Reparto: Alan Ladd, Van Heflin, Jean Arthur, Brandon De Wilde, Emile Meyer, Jack Palance, Ben Johnson, Edward Buchanan.
Premios Oscar: Mejor Fotografía a Color. Nominación por Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión, Mejor Actor Secundario (Brandon De Wilde, Jack Palance).
La secuencia que hemos elegido se sitúa pocos minutos después de transcurrida la primera hora del metraje. Ryker, acompañado por sus hombres y por Wilson, su nueva adquisición, espera en el rancho de Starrett a que el hombre y su familia regresen de una celebración que ha tenido lugar en una granja vecina. Ryker desea hacerle entender a Joe que lo mejor que puede hacer es estar de su lado o no entrometerse en sus planes, pues no dudará en usar la fuerza de las armas si es necesario. Cuando Starrett llega, se sorprende al ver al grupo de rufianes dentro de su propiedad. Shane baja de la carreta en la que han llegado y muestra pasividad, escucha tranquilo el diálogo entre su patrón y el enemigo de éste, aunque puede intuirse que está atento a lo que pase por si tiene que defender a los Starrett. Shane no puede evitar sentirse perturbado ante la presencia amenazadora de Jack Wilson, que sin decir ni una sola palabra, también entabla un diálogo gestual con el desconocido Shane. Ambos pistoleros han oído hablar el uno del otro, su fama les precede y quedan cautivados el uno con el otro ahora que se ven por ¿primera vez?
Ryker: ¿Derechos? ¿Cree tener derechos?... Oiga, Starrett, cuando yo vine a este territorio usted no tendría más edad que su chico (refiriéndose a Joey). Tuvimos malos tiempos. Yo y otros hombres que ahora están principalmente muertos. Todavía tengo un hombro malo por una flecha Cheyenne… Nosotros hicimos este territorio. Lo descubrimos y lo hicimos con sangre y estómagos vacíos. Nuestro ganado nos era robado en la niebla por los indios y los cuatreros. A ustedes no los han molestado desde hace mucho porque nosotros nos encargamos de ellos. Hicimos de esto unas tierras seguros. Algunos murieron en el intento, pero lo hicimos. Entonces vino gente a donde jamás se hubieran escondido durante los viejos tiempos. Ellos cercaron mi rancho, y me alejaron del agua. Algunos de ellos cavaron zanjas y tomaron el agua para irrigación, así que el arroyo se seca a veces y debo mover mi ganado por esta causa. ¿Y dice que no tenemos derecho a esta tierra?. ¿Los hombres que hicimos el trabajo y corrieron el riesgo no tienen derechos?... Lo considero a usted un hombre justo, Starrett.
Ryker: Ellos no eran rancheros.
Joe: ¡Derechos! Usted cree tener el derecho de decir que nadie más los tiene. Esa no es la forma en que el gobierno lo ve.
Ryker: No vine aquí a discutir. Le he hecho una proposición justa.
Joe: ¿Y qué hay sobre los otros?
Ryker: Shane sabe que puede trabajar para mí.
Joe: ¿Y los otros colonos?
Ryker: Mire, sea razonable, después de todo solo hay cierto número de manos en una baraja.
Joe: En ese caso digo… No.
Shane descubrirá que por más que lo intente su destino está irremediablemente escrito, no puede cambiarlo, lo ha intentado inútilmente... es un pistolero, es un asesino, y esa suerte lo perseguirá para siempre. A pesar de los gritos del pequeño Joey, Shane debe partir, debe aceptar su condena, esa condena imprescriptible, la condena de la soledad, esa soledad de atardeceres crepusculares y llanuras polvorientas...
La acción tiene lugar en un valle de Wyoming, a finales del siglo XIX. Shane (Alan Ladd), un pistolero de pasado tormentoso y oscuro, pasa por la localidad de Jackson Hole y se detiene a beber agua en la granja de Joe Starrett (Van Heflin) y su modesta familia, ahí es testigo del propósito del ganadero Rufus Ryker (Emile Meyer) de echar del lugar a Starrett y a los otros campesinos para convertir todo el valle en tierra de pastos para el ganado. Shane rápidamente se da cuenta de que los Starrett son gente honrada y buena que quieren vivir creando un espacio propio que les dará víveres suficientes como para crecer. Él quiere formar parte de eso y dejar de lado su pasado. Por esa razón acepta quedarse a trabajar para Joe en su granja, y de inmediato se gana la admiración del pequeño Joey (Brandon De Wilde), la amistad de Joe padre y parte del corazón de su esposa Marian (Jean Arthur). Cuando Ryker se entera de que Shane tiene gran habilidad con los puños, le propone que trabaje para él convirtiéndose en uno más de sus matones. Ante su negativa, contrata al temible Jack Wilson (Jack Palance), un peligroso asesino a sueldo, para intimidar a los agricultores y que así terminen abandonando sus propiedades. La sangre volverá a correr, y aunque Shane quisiera, no puede quedarse indiferente al ser testigo de que la vida de Starrett peligra, así que muy a su pesar volverá a ponerse el traje de pistolero y recurrir a lo que mejor sabe: las armas.
La secuencia que hemos elegido se sitúa pocos minutos después de transcurrida la primera hora del metraje. Ryker, acompañado por sus hombres y por Wilson, su nueva adquisición, espera en el rancho de Starrett a que el hombre y su familia regresen de una celebración que ha tenido lugar en una granja vecina. Ryker desea hacerle entender a Joe que lo mejor que puede hacer es estar de su lado o no entrometerse en sus planes, pues no dudará en usar la fuerza de las armas si es necesario. Cuando Starrett llega, se sorprende al ver al grupo de rufianes dentro de su propiedad. Shane baja de la carreta en la que han llegado y muestra pasividad, escucha tranquilo el diálogo entre su patrón y el enemigo de éste, aunque puede intuirse que está atento a lo que pase por si tiene que defender a los Starrett. Shane no puede evitar sentirse perturbado ante la presencia amenazadora de Jack Wilson, que sin decir ni una sola palabra, también entabla un diálogo gestual con el desconocido Shane. Ambos pistoleros han oído hablar el uno del otro, su fama les precede y quedan cautivados el uno con el otro ahora que se ven por ¿primera vez?
Ryker: ¿No le gustaría trabajar para mí?
Joe: Trabajo para mí mismo. He trabajado suficiente para otros.
Ryker: Espere a oír lo que le digo… Le pagaré el mejor sueldo. Más de lo que puede ganar con este pedazo de tierra.
Joe: No, no me interesa.
Joe: Trabajo para mí mismo. He trabajado suficiente para otros.
Ryker: Espere a oír lo que le digo… Le pagaré el mejor sueldo. Más de lo que puede ganar con este pedazo de tierra.
Joe: No, no me interesa.
Ryker: Todavía no se lo he dicho todo. Puede pastar su ganado con el mío, y lo que es más, le compraré su tierra. Ponga un precio que sea razonable, y seré razonable. ¿Es eso justo?
Ryker: ¿Derechos? ¿Cree tener derechos?... Oiga, Starrett, cuando yo vine a este territorio usted no tendría más edad que su chico (refiriéndose a Joey). Tuvimos malos tiempos. Yo y otros hombres que ahora están principalmente muertos. Todavía tengo un hombro malo por una flecha Cheyenne… Nosotros hicimos este territorio. Lo descubrimos y lo hicimos con sangre y estómagos vacíos. Nuestro ganado nos era robado en la niebla por los indios y los cuatreros. A ustedes no los han molestado desde hace mucho porque nosotros nos encargamos de ellos. Hicimos de esto unas tierras seguros. Algunos murieron en el intento, pero lo hicimos. Entonces vino gente a donde jamás se hubieran escondido durante los viejos tiempos. Ellos cercaron mi rancho, y me alejaron del agua. Algunos de ellos cavaron zanjas y tomaron el agua para irrigación, así que el arroyo se seca a veces y debo mover mi ganado por esta causa. ¿Y dice que no tenemos derecho a esta tierra?. ¿Los hombres que hicimos el trabajo y corrieron el riesgo no tienen derechos?... Lo considero a usted un hombre justo, Starrett.
Joe: Yo no menosprecio lo que ustedes hicieron, pero cuando encontraron esta tierra ya había tramperos e indios comerciando antes que ustedes. Ellos domaron este territorio.
Ryker: Ellos no eran rancheros.
Joe: ¡Derechos! Usted cree tener el derecho de decir que nadie más los tiene. Esa no es la forma en que el gobierno lo ve.
Ryker: No vine aquí a discutir. Le he hecho una proposición justa.
Joe: ¿Y qué hay sobre los otros?
Ryker: Shane sabe que puede trabajar para mí.
Joe: ¿Y los otros colonos?
Ryker: Mire, sea razonable, después de todo solo hay cierto número de manos en una baraja.
Joe: En ese caso digo… No.
Shane descubrirá que por más que lo intente su destino está irremediablemente escrito, no puede cambiarlo, lo ha intentado inútilmente... es un pistolero, es un asesino, y esa suerte lo perseguirá para siempre. A pesar de los gritos del pequeño Joey, Shane debe partir, debe aceptar su condena, esa condena imprescriptible, la condena de la soledad, esa soledad de atardeceres crepusculares y llanuras polvorientas...
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