Para iniciar el primer artículo de este Blog, me gustaría divagar acerca de uno de los mejores filmes mudos que nos ha legado la cinematografía americana, siempre señalado en las listas mundiales, pero desconocido por multitud de generaciones actuales para quienes el cine silente solo es una referencia pero no motivo de revisión. A más de 80 años de su realización, va este artículo para una de las mejores películas mudas de la historia, …Y el Mundo Marcha (The Crowd, King Vidor, 1928).
EL ORIGEN
En 1928 el cine se encontraba en una encrucijada: el cine sonoro había surgido el año anterior y brillaba por su novedad, pero artísticamente el cine mudo aún se mostraba muy superior. El director texano King Vidor, como todos los cineastas de prestigio, aún no se había decidido a probar el sonoro, aunque no tardaría en hacerlo. Prolífico realizador, había iniciado su carrera profesional como director de cine en 1918 y en 1925 realizaba para la recién creada MGM El Gran Desfile (The Big Parade), uno de los primeros éxitos de la productora. Un año antes el director se había divorciado de su primera esposa, la actriz Florence Vidor, poniendo fin a un matrimonio de 9 primaveras. En 1926 contrae segundas nupcias con la actriz de dos de sus filmes anteriores, Eleanor Boardman, a quien dirige nuevamente en El Caballero del Amor (Bardelys the Magnificent, 1927). El siguiente proyecto de la pareja sería justamente la película que hoy nos ocupa.
...Y el Mundo Marcha (La Multitud, en su título original) fue concebida y filmada bajo la visión artística del director, quien buscaba hacer un filme con un concepto innovador, actoral y cinematográficamente. Vidor le dijo a Irving Thalberg -el joven jefe de producción de la MGM- que corrían el riesgo de no llenar las salas de cine, pues el filme no iba a tener mucho éxito en taquilla, y Thalberg, haciendo gala de su inusitado talento, le respondió que la MGM ganaba suficiente dinero y podían permitirse una película experimental. El guión fue creado por el propio director en colaboración con Harry Behn (sin crédito), con quien había trabajado en El Gran Desfile, y John V.A. Weaver, dramaturgo teatral de escaso registro en cine, cuya aportación apenas era su segundo trabajo en la industria.
King Vidor realiza una epopeya a la falsedad del sueño americano y a sus sueños de gloria individualista, siguiendo los avatares de un hombre común de clase media y narrando los buenos y malos momentos que todo matrimonio ha de pasar, sean comienzos de siglo XX o principios del XXI; la película cuenta la ilusión del comienzo, el amor juvenil, los problemas de la rutina matrimonial, los hijos, los problemas económicos que se atraviesa, la esperanza de avanzar profesionalmente, y la realidad ante la frustración y la mediocridad. Vidor quería que los movimientos de cámara se semejaran a los usados por los filmes alemanes y no quiso en el reparto estrellas con grandes nombres, sino más bien buscó actores poco conocidos para darle gran autenticidad a la cinta. Así que, como sus ideales protagonistas, contrató a su esposa Eleanor Boardman -una actriz menor aunque con gran currículo-, y a James Murray -un extra del estudio que apenas tenía en su haber cinco películas, y cuya vida fue tan dura y dramática como la de su personaje-, complementando el reparto con actores de la nómina del estudio como Bert Roach y Estelle Clark.
EL ARGUMENTO
La trama es la siguiente: En 1900, la conmemoración del 4 de julio no es nada comparada con lo que está sucediendo en casa de los Sims: acaba de nacer el pequeño "John", el primer hijo de la familia, para el que su padre tiene grandes planes, asegurando orgulloso que el mundo sabrá de él, pues será un gran hombre. Pero durante su niñez la vida le da el primer golpe: su progenitor muere cuando él solo tiene doce años de edad, y cuando sube las escaleras de su casa, despacio y sin compañía, en un majestuoso plano fijo dotado de una gran profundidad, sabemos que no sólo va a ver a su padre muerto, sino que también va a salir a la vida sin nadie que le acompañe.
El tiempo pasa, y a los 21 años, habiendo acabado sus estudios, "John Sims" marcha a Nueva York, donde cree con toda seguridad que podrá destacar por encima de la multitud, pero solo encuentra trabajo de contable en una gran empresa, siendo un tornillo más del engranaje social neoyorquino. La ciudad se nos presenta enorme e impersonal, y "John" se convierte en uno de los siete millones de hombres que creen que esa ciudad depende de ellos. Un día un compañero de trabajo y amigo de la infancia le invitará a una cita a ciegas. Es entonces cuando conoce a “Mary”, y tras el agradable paseo en un parque de diversiones de Coney Island ambos se enamoran. Aún así “John” se muestra orgulloso y se ríe de los que él considera fracasados (como un payaso que hace publicidad en la calle).
“John” le ofrece matrimonio a “Mary” y al poco tiempo se casan, pasando su luna de miel de visita en las cataratas del Niágara. Viven muy humildemente, pero el amor hace de escudo a todos los problemas. Sin embargo, al transcurrir el tiempo, la presión de la familia de “Mary” y las limitaciones del hogar comienzan a hacer mella en su relación (“Ahí te va esto: el matrimonio no es una palabra. ¡Es una sentencia!”). Pero “Mary” queda embarazada, y la pareja nuevamente vuelve a unirse en alegría.
Pasan los años, tienen dos hijos: niño y niña. Pero “John” vive sumido en la rutina, viendo como compañeros suyos ascienden más rápido que él solo porque le hacen la barba al jefe, o eso cree. Su incapacidad para destacar lo entristece, hasta que gana un premio con un eslogan publicitario y por fin las cosas empiezan a ir bien. Cuando lo están celebrando hay un accidente y su hija pequeña es atropellada, acabando con toda la alegría. Cuando el doctor la revisa y quiere silencio, en la calle comienza el ruido provocado por un incendio. Autos, sirenas y el sonido de la multitud corriendo hacen que “John” salga a suplicar que guarden silencio. Pero nadie hace caso. “El mundo no puede detenerse porque tu hija esté enferma”, le dice un policía. La niña muere... El estado anímico de “John” se vuelve cada vez peor, le atormenta el recuerdo de su hija, no realiza bien su trabajo y le despiden. No encuentra otro empleo, y los pocos ofertados no los considera dignos, no levanta cabeza y la familia se mantiene por el trabajo de “Mary” como costurera, que poco a poco se va sintiendo arrastrada por la apatía y estado anímico de su esposo y por la presión de sus hermanos, que le recomiendan constantemente que deje a ese fracasado. La relación se deteriora tanto que discuten y ella le amenaza con que le va a dejar. “John” da un paseo e intenta suicidarse, sintiéndose un absoluto fracaso y avergonzándose de sí mismo, pero la presencia de su hijo lo evita. La admiración incondicional de su pequeño le recuerda que tiene algo por qué luchar, y acepta uno de esos trabajos “indignos” para recuperar el amor de su esposa (precisamente, el oficio de payaso promocional). Cuando vuelve a casa con su primera paga, “Mary” está con sus hermanos y una maleta, va a dejarle. Se quedan a solas y él intenta convencerla de que se quede, ella hace un amago de irse, pero cuando parece que todo ha acabado, se queda con él... Esa noche “John Sims” y su pequeña familia van a un teatro abarrotado por el público, y luego de tantas desventuras por fin se muestran tranquilos, sin preocupaciones, se divierten, ríen… en la multitud.
EL VEREDICTOHay en el filme algo del retrato convencional de la clase media americana, y de caricatura de la vida matrimonial, que sin lugar a dudas el realizador eleva convirtiéndolo en un acertado y contenido drama de tintes trágicos que se revela aún más audaz en el detalle técnico, con sombras y encuadres de cámara dignos de admiración, y el uso de la cámara montada sobre una grúa para extender
hasta donde más se pudiera un plano secuencia que mostrara grandes multitudes, como el que nos acerca al protagonista la primera vez que lo vemos en el trabajo: la cámara se pasea fuera de un inmenso rascacielos, se va acercando poco a poco en base a fundidos hasta entrar por una de las ventanas, dentro de ellas vemos un plano general muy amplio en picado en el que se ve el inmenso tamaño de las oficinas y como un gran número de impersonales trabajadores desarrollan su labor en perfecto orden, con unas forma diagonales de gran y terrorífica belleza, la cámara se acerca a los oficinistas con calma, como si le diera igual donde pararse, hasta encontrarse, como de casualidad, con "John Sims", al que reconocemos solo porque la cámara se ha quedado parada delante de él. Es una secuencia de una modernidad asombrosa, y de esta manera en unos segundos, y de una forma espectacular, nos presenta al personaje adulto y de paso nos resume en una imagen toda la película, como si fuera tan sencillo. Esta presentación ha sido homenajeada, o directamente copiada, en numerosas películas, como por ejemplo el inicio de la oscarizada cinta de Billy Wilder
El Apartamento (1961), en este caso una buena copia que no alcanza el poderío visual de la original.
Otras muchas escenas demuestran una utilización magnifica, bella, espectacular y hasta espeluznante del espacio, como cuando “John” descubre la muerte de su padre: la cámara se queda en lo alto de una inmensa escalera, donde se supone que está el padre, creando una imagen diagonal hasta el fondo de las escaleras. Abajo hay una multitud, mientras el niño sube preocupado por el revuelo que hay en la casa. Una frase de un adulto es suficiente para que se entienda lo que sucede, haciendo Vidor una gran demostración de sugerencia argumental. “John” (Johnny Downs) sube las escaleras lentamente, asustado, pero sobretodo “solo”; la sensación de soledad en el plano es enorme mientras vemos cada vez más grande a “John” (hasta primerísimo primer plano) y al fondo a una multitud inmóvil y lejana. La escena en cuestión está filmada con sumo cuidado y con una técnica admirable, pese a que no tiene movimiento y es de larga duración, pero este contraste de escalas, con ese tempo tan alargado por los lentos movimientos del niño, dramáticamente es muy expresivo.
Por otra parte, el filme de King Vidor fue la primera película que mostró un inodoro en un cuarto de baño. Hasta entonces todas las películas que tenían una escena en un baño mostraban el lavamanos y la regadera, pero nunca un excusado. Destaca sobre todo, el modo absolutamente audaz con que Vidor resuelve la descripción de su protagonista (encarnado con gran maestría por James Murray), que es además donde se sustenta todo el recorrido que hace el filme: no hay la menor complacencia con él, se nos lo define (siempre sutilmente a través de las relaciones que establece con los demás personajes) como un ser egoísta, inconstante, torpe, ridículamente ingenuo, cobarde. Su incapacidad de aceptar la responsabilidad de los propios actos hace sufrir a su mujer, y la familia de ésta censura constantemente la incompetencia del hombre, además, con razón... Para terminar, y como consecuencia, el espectador no tiene más remedio que adoptar el mismo punto de vista de estos que le juzgan tan severamente. Este John Sims, como tantos otros, pese a las esperanzas que en él infundió su padre, está cruelmente destinado a la mediocridad. Ese fue el principal causante de su fracaso, el público rechazó semejante dosis de realidad, y la mayor víctima de la película fue el propio protagonista, James Murray, que no siendo un mal actor, le costó trabajo conseguir buenos papeles en próximos proyectos, pues ningún productor quiso en sus películas a un hombre que había encarnado con tal veracidad los tonos más grises de la existencia. A pesar de ello, logró salir avante y alcanzó una breve popularidad con a inicios de los años 30's, sin embargo, no supo manejar la fama y acabo refugiándose en el alcohol demasiado pronto, desaprovechó muchas oportunidades y fue sacado de varios proyectos debido a su alcoholismo. Hacia 1934, Murray se había convertido en un vagabundo, sin trabajo seguro, vivía en las calles y pedía limosna para sobrevivir. A veces conseguía un papel de extra en alguna producción, y cuando King Vidor le ofreció darle un papel principal en su próximo filme El Pan Nuestro de Cada Día (Our Daily Bread, 1934) a cambio de que se pusiera en forma y dejara su autodestructivo estilo de vida, el actor lo rechazó decidido a no aceptar la caridad del director que lo hizo famoso. En 1936, su cuerpo fue rescatado sin vida del río Hudson, donde se ahogó al caer desde uno de los muelles mientras intentaba divertir a una multitud fingiendo estar ensayando para el rodaje de una película. Tenía solo 35 años.
Tal como se había previsto, ...Y el Mundo Marcha fue un fracaso comercial, considerado por el propio Louis B. Mayer (el mandamás de la MGM) como un filme muy negativo por su visión de la vida, en el que por más que los personajes se esforzasen no lograban nada en la sórdida Nueva York. En ella encontramos intertítulos (las líneas de diálogo o de la narración presentadas en pantalla negra entre escena y escena) tan brutales como: “Cuando ríes, la multitud siempre ríe contigo; cuando lloras, solo llora un día”… Se sabe que Vidor filmó 7 versiones del final, a sabiendas que la desesperanzada conclusión que él ofrecía no satisfacería en nada a sus jefes ni al público. Contra los deseos del realizador, Mayer hizo agregar el final feliz en el corte definitivo y así se lo ofreció a las salas de exhibición, aunque la crítica siempre favoreció desde un principio la idea original de su director.
En 1927 se había creado la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. En 1929 se realizaría por vez primera la ceremonia de entrega del Oscar, aunque en este tiempo todavía no le llamaba así, era simplemente el Premio al Mérito. Había 9 categorías en competición, creadas para reconocer los avances del cine silente. La película de Vidor fue nominada por Mejor Dirección y Mejor Producción de Calidad Artística (una categoría hermana de la de Mejor Película). Las reglas de nominación y elección por supuesto eran diferentes a las utilizadas en la actualidad. Los miembros de la Academia nominaban, pero el resultado final era decidido por un Panel Central de Jueces integrado por solo 5 personas, cada una representando a las cinco ramas del séptimo arte: actores, directores, productores, guionistas y técnicos.
Se sabe que este Panel, reunido el 15 de febrero de 1929, un día antes de dar a conocer los resultados de las candidaturas, recibió la visita sorpresa de Louis B. Mayer asegurando que su intención era “supervisar” la votación final. Los jueces había decidido darle el premio a la Mejor Producción de Calidad Artística a ...Y el Mundo Marcha, pero el dueño de la MGM se negó a que un filme tan pesimista fuera galardonado, aún tratándose de una película de su estudio. Mencionó que si un filme de la marca del león iba a ganar un premio parecido al de Mejor Película del año, este tenía que ser alegre y optimista. No le importaba esperar otro año más para que sus deseos se vieran cumplidos.
Así fue como la estatuilla por la Mejor Dirección de una Película de Drama (sí, había una para la comedia) fue otorgada a Frank Borzage por la también excelente El Séptimo Cielo (7th Heaven). Y con respecto a la segunda categoría, tanto insistió Mayer que finalmente los 5 miembros del jurado cambiaron el voto y favorecieron a Amanecer, El Canto de dos Almas (Sunrise - A Song of Two Humans, F.W. Murnau, 1927), otra sublime película que representaba mejor los valores de Hollywood, una historia clásica de desamor y reencuentro con final feliz, que contaba con un director de lujo y prestigio, y era de otro estudio, la Fox. De esta forma, Mayer quedó supuestamente libre de sospechas de querer beneficiar a sus propias producciones… Pero en el presente, toda la crítica concuerda en que debió de haber un empate en las categorías principales o al menos, una distribución equitativa de premios para las cintas contendientes. …Y el Mundo Marcha, merecía un reconocimiento del primer premio cinematográfico que se entregó en todo el mundo. Ustedes veanla y juzguen...
(Locación de The Crowd, Enero 1928 - Cortesía Revista LIFE)
Fuentes varias.
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