Tras siete años de retiro, Jeanne vuelve a las pantallas hasta 1927 para intervenir en Hombre, Mujer y Pecado (Man, Woman and Sin, Monta Bell, 1927) de la MGM. El actor John Gilbert, que al parecer sostuvo un romance con ella durante el rodaje dijo que fue la actriz más temperamental con la que había trabajado. Llegaba tarde al estudio y luego desaparecía durante varios días sin informar al director, mientras la prensa especializada de Hollywood registraba sus excesos. Monta Bell pidió al estudio que terminara su contrato con Eagels, cosa que hicieron. Afortunadamente, hubo suficiente metraje para que el director pudiera salvar la película sin necesidad de volver a filmar desde el comienzo. Sin embargo la cinta fue un fracaso debido principalmente a las malas críticas hacia el trabajo de Gilbert, aunque éste se repondría con la llegada de Love (1927), junto a Greta Garbo, que fue un éxito en taquilla.
El indefendible comportamiento poco profesional de la actriz en el escenario, así como sus repentinas desapariciones y cancelaciones, hicieron que el gremio sindical Actor’s Equity le suspendiera el permiso actoral durante 18 meses y le prohibiera pisar un escenario en Nueva York durante ese lapso de tiempo. Ella entonces volvió a enfocar su carrera en el cine, donde había productores desesperados por actores teatrales a la llegada del sonoro. Irónicamente, Monta Bell ahora trabajaba para la Paramount y contrató a la actriz para su regreso a las pantallas.
La primera película de Eagels para este estudio fue La Carta (The Letter) producida por Monta Bell y dirigida por Jean de Limur, sobre otra famosa novela de Somerset Maugham, que en Broadway había estelarizado Katharine Cornell. Esta mítica cinta constituyó todo un éxito del melodrama clásico de aquellos años, donde se combinó una novel dirección con el debut de talentosos actores. Jean de Limur era un francés radicado en Estados Unidos que había iniciado su carrera como actor en 1922, y luego como escritor en 1928 siendo uno de los guionistas de La Legión de los Condenados (The Legion of the Condemned, William A. Wellman, 1928). La Carta fue su debut como director. Por otra parte, el trío de galanes que secundan a la protagonista eran relativamente nuevos en Hollywood: Reginald Owen era un actor inglés, y aunque había trabajado en Broadway, este filme constituía su debut en el cine americano. O.P. Heggie era un australiano que había emigrado a Estados Unidos en 1901, y La Carta apenas era su segundo trabajo en Hollywood. Herbert Marshall era otro actor proveniente del Reino Unido, donde había ya debutado en cine, y cuyo trabajo con Eagels significaba su debut en América y su segunda película. En la magnífica versión que William Wyler haría de la obra de Maugham en 1940, Marshall volvería a participar, pero esta vez interpretando al esposo engañado y no al amante.
El argumento de la cinta trata sobre el encubrimiento de los verdaderos motivos que llevaron a “Leslie Crosby” (Jeanne Eagels), la esposa del dueño de una plantación de caucho a asesinar a uno de los trabajadores del lugar (Herbert Marshall), mientras se hace lo posible por evitar que sea juzgada con la pena máxima, alegando “asesinato en defensa propia”. Ella y el abogado amigo de la familia (O.P. Heggie) deberán de evitar que una reveladora carta que puede poner al descubierto el engaño, llegue a las manos del noble esposo (Reginald Owen), como se propone hacer la viuda oriental del finado (Lady Tsen Mei).
La Carta constituyó la cima de la carrera cinematográfica de Jeanne, toda la prensa especializada alabó su actuación seductora y nerviosa, y la Paramount le firmó un contrato por dos películas más: Celos (Jealousy, Jean de Limur, 1929) y The Laughing Lady (1929). Para Celos, basada en la obra de Eugene Walter, la actriz había escogido para el papel masculino principal al actor inglés Anthony Bushnell, pero durante la filmación su voz no fue la adecuada y tuvo que ser sustituido por Fredrich March. La película que trata sobre los celos justificados de un esposo hacia su mujer, propietaria de una tienda de ropa, no fue el éxito que se esperaba, y Jeanne pidió al estudio le revocara su contrato para la tercera cinta, argumentando que el guión no le gustaba. La película se realizó pero el estudio estuvo obligado a sustituir a la diva por Ruth Chatterton.
El cese impuesto por Actor’s Equity debía expirar en otoño de 1929, así que Eagels se preparó para su regreso a Broadway. En septiembre se realizó con éxito una cirugía para tratar un problema de úlceras en los ojos que le había causado la sinusitis. Dos semanas después de la cirugía, en la noche del 3 de octubre de 1929, ella se preparaba para una salida nocturna por la ciudad, pero cayó enferma y fue trasladada a un hospital particular en la 5ta Avenida. En la sala de espera sufrió una convulsión que la hizo morir en seguida. Tres autopsias le realizaron durante los tres meses siguientes y en cada una se llegó a diferentes conclusiones respecto a la causa de su muerte: una sobredosis de alcohol, exceso de tranquilizantes de hidrato de cloral, e ingestión de heroína, tres sustancias que se encontraron en su sistema al momento de su muerte. Se sugiere que la inconsciente Eagels había recibido un sedante por un primer médico para su tratamiento, y que posteriormente un segundo médico, sin saber que ella ya había sido sedada, había dado a la actriz una segunda inyección, causando así la sobredosis que la mató.
Al morir intestada, su finca con un valor estimado de $52.000 ($562.000 dólares en 2005) pasó a su madre. El servicio fúnebre se celebró en la funeraria “Campbell” en la ciudad de Nueva York, el mismo establecimiento que había manejado el funeral del ídolo Rudolph Valentino tres años antes. Fue igualmente un servicio al que acudieron amigos, fans y estrellas del espectáculo. Su cuerpo sería sepultado en Kansas City, la ciudad natal de la estrella que alguna vez dijo: “Yo soy la actriz más grande del mundo y el mayor fracaso. Y a nadie le importo un bledo”.
Los jefes de los estudios siempre hicieron sus mejores esfuerzos para mantener la verdadera información de su estado de salud fuera de la prensa, y continuamente afirmaban que sus frecuentes visitas a los sanatorios se debían a una enfermedad hereditaria. Cuando ella murió, su representante insistió en que había muerto de un derrame cerebral, pero la verdad no se descubrió hasta muchos años después. Un mes luego de su muerte, se estrenaría Celos, su última película. Y llegó la Segunda entrega de Premios de la Academia.
Hollywood vivía tensos momentos con el cambio al cine sonoro y la desaparición de las estrellas cuya voz no resultaba tan agraciada como su presencia en pantalla. Por lo tanto, era difícil valorar las cintas, dirección y actuación que debían tomarse en cuenta para las nominaciones al premio. Como iba ser la primera ceremonia que se hiciera en presencia de medios de comunicación (sería transmitida por radio), la academia decidió no hacer públicas las nominaciones y tampoco adelantar a la prensa el nombre de los posibles ganadores hasta el momento mismo de la ceremonia. No se entregaron certificados de nominación como se había hecho el primer año, y el banquete de entrega se programó el 3 de abril de 1930 a honor de los filmes hechos entre 1928-1929, casi ocho meses después de concluido el período de elegibilidad.
La ceremonia se celebró en el Coconut Grove del Hotel Ambassador de Los Ángeles, y solo se leyó el nombre de los ganadores. Nadie supo contra quienes compitió. Sería hasta años después cuando buscando datos que esclarecieran el vacío de las nominaciones, se encontraron indicios de las cintas o los trabajos que pudieron haber sido considerados a la estatuilla dorada por el Panel de Jueces que decidía la elección. Así, en la categoría de Mejor Actriz, se ha supuesto que los votantes contemplaron a Jeanne Eagels por su sobresaliente actuación en La Carta, estrenada en abril de 1929, convirtiéndose entonces en la primera intérprete en ser “nominada” post mortem a un Premio de la Academia. Sin embargo, el Oscar de Mejor Actriz iría a parar a la “novia de América” y miembro fundador de la Academia, Mary Pickford, por Coqueta (Coquette, Sam Wood), su primera cinta sonora,
Al momento de su muerte, Jeanne Eagels tenía 39 años, y sus dos películas sonoras, La Carta y Celos, se renovarían con el gran protagonismo de Bette Davis. La Carta sería dirigida por William Wyler en 1940, y le daría una nominación al Oscar a la Davis como Mejor Actriz, y Celos sería retitulada Engaño (Deception, Irving Rapper, 1946). Además Davis también desempeñó un personaje en su película Peligrosa (Dangerous, Alfred E. Green, 1935), que está inspirado en la vida de Eagels, y que la hizo ganar su primera estatuilla dorada. Una biografía más oficial fue Jeanne Eagels (George Sidney, 1957), cinta en blanco y negro que ficcionalizaba la vida de la actriz, interpretada por Kim Novak.
La Carta de 1929, aunque no sobresale en su puesta en escena como la versión de 1940, es recordada por haber dejado impune el asesinato cometido por "Leslie Crosby", ya que el cine aún no vivía problemas de censura. Para el recuerdo aquella frase de Jeanne Eagels viendo hacia la cámara en la escena final del filme: "Con todo mi corazón y toda mi alma, todavía amo al hombre que maté..."
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